[...] entiendo (tal como ya señalara Manuel Castells en su estudio sobre la ciudad de San Francisco1) que existe una gran diferencia entre los hombres y las mujeres en relación a la ocupación del espacio urbano. Las comunidades gays han surgido, entre otras razones como una demostración del mayor poder adquisitivo de los gays respecto a las lesbianas, tanto por la consolidada posición de los primeros en los mercados de trabajo, como por la mayor responsabilidad de las segundas frente a sus personas dependientes (niños, ancianos...). Otro factor importante es que más allá de que los gays elijan determinadas zonas para evidenciar su identidad, lo hacen porque actúan como el resto de hombres, es decir, como un instrumento mediante el cual afirmar su dominio en un espacio de poder. Los hombres han tratado siempre de ejercer su control en cada uno de los aspectos esenciales de la convivencia social, y una expresión básica de esa dominación es la espacial. Los hombres gays son, fundamentalmente, hombres, y su masculinidad (como sinónimo de poder social) está siempre alerta; como ya escribiera Michel Foucault, la historia de los espacios es también la historia del poder. Por el contrario, las lesbianas, más que a concentrarse en un territorio determinado (aunque lo hagan ocasionalmente), tienden a establecer redes más interpersonales. Es decir, no adquieren una base geográficas tan clara en la ciudad y ocupan espacio más interiores e íntimos, lo cual les priva —en gran manera— de una organización política tan evidente y tan nítida como la de los gays.
En este sentido, en la manera de ocupar la ciudad y mostrarlo gráficamente, es muy interesante contemplar Domestic (1995-2000), la serie de fotografías de gran tamaño que realizó la artista norteamericana Catherine Opie (1961). Para la realización de este trabajo, Opie recorrió durante varios meses diferentes ciudades y pueblos de los Estados Unidos (desde Los Ángeles a pequeños pueblos del Oeste americano) con el propósito de reflejar la vida de muy diferentes familias de mujeres lesbianas. Las escenas que podemos observar en esas imágenes son de los más diverso (parejas de dos mujeres solas, parejas con sus hijos/as, grupos de mujeres viviendo juntas...), pero todas ellas están realizadas en el interior de las casas en las que viven y en sus espacios más íntimos. No existe ninguna fotografía de la serie que refleje una relación más o menos estrecha con el entorno cercano (el barrio, otras casas...) o con la ciudad en un sentido más amplio.
Catherina Opie, Flipper, Tanya, Chloe & Harriet, San Francisco, 1995
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Viendo las fotografías, podríamos llegar a pensar que su mundo está centrado (cerrado) en su hogar, con su familia, con sus amigas, pero que no parece interesarles demasiado ese otro mundo exterior y/o público que se mueve más allá de los muros de su vida doméstica. Sin embargo, y paralelamente a lo anterior, lo que sí parece cierto es que, con esta serie de escenas domésticas de mujeres lesbianas, Catherine Opie da una importante vuelta de tuerca al apoderarse de los espacios en que los cuerpos están inscritos. Estas fotografías desestabilizan tanto el espacio en el que se encuentran como la percepción hegemónica que tiene de ellos. Con esas imágenes se crea un espacio sexuado lesbiano en lo que hasta ahora había sido el lugar de omnipresencia heterosexista por antonomasia: el hogar de las familias bienpensantes. Otro ejemplo digno de destacar es la serie de fotografías Chicas, deseos y ficción que la artista española Carmela García (1964) ha llevado a cabo en los últimos años.
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Lo más interesante de todo es, según mi punto de vista, el observar cómo García capta escenas de mujeres jóvenes lesbianas que están ocupando el territorio y creando (fundamentalmente con el cuerpo y la mirada) su propio escenario a priori inexistente. Sin embargo, si nos fijamos, podemos darnos cuenta de la existencia de algunas diferencias destacadas entre estos dos trabajos. La primera es que mientras Opie recluye a sus mujeres en el interior de la casa, García, por el contrario, las saca a la luz del día, a las esquinas, a los centros públicos, al parque..., a lugares que posibilitan encuentros y crean visibilidad espacial. La segunda es la distancia generacional de los sujetos de ambas series y las necesidades y deseos que ello comporta. Así, lo que en Domestic son mujeres con una vida más o menos consolidada (familia, casa, hijas...), en Chicas, deseos y ficción son muchachas más informales y desprejuiciadas que no dudan en mostrar sus deseos allí donde están. Las dos series son contemporáneas, pero hay en ellas diferencias sutiles que enmarcan diferentes generaciones y diferentes maneras de situarse en el espacio de la ciudad. Las imágenes de Carmela García son (como el título manifiesta) una ficción, pero una ficción que empieza a ocupar la realidad cotidiana en los barrios de las principales urbes occidentales y que pueden significar una muestra de la cada vez mayor incorporación de las lesbianas a los espacios públicos.
[1] CASTELLS, Manuel, La ciudad y las masas. Sociología de los movimientos sociales urbanos, Alianza, Madrid, 1986.
G. CORTÉS, José Miguel, Políticas del espacio. Arquitectura, género y control social, Isaac/Actar, Barcelona, 2006, pp. 163-165