[...] una cuestión que para Betsky resulta fundamental a la hora de entender y poder identificar un espacio queer, será el hecho de que normalmente su formación no responde a normas constructivas al uso. Esto es, no entra dentro de sus intereses que el espacio quede ordenado, limpio, definido de forma ortogonal, y funcionalmente exacto; ni tampoco persigue erigir una torre alta, una avenida ancha y recta, o un edificio estable. Por el contrario, los espacios queer, tienden a ser ambivalentes, abiertos, auto-críticos y efímeros.En aquellos casos en los que se rigen por dichas normas constructivas, será únicamente para llevar a cabo un ejercicio de crítica irónica sobre las mismas. En base a estas ideas, Aaron Betsky diferencia entre dos tipos de espacios queer o mecanismos queer de construir estos espacios: el del armario y el del espejo. El primer mecanismo, se basa en la ocultación, esto es, espacios que se conforman escondidos y al margen de la sociedad mayoritaria sin llegar arelacionarse con ésta. Los primeros espacios queer del siglo XIX señalados por Betsky son un perfecto ejemplo. Así, las reuniones secretas y encuentros sexuales gays en el interior de las casas y clubs privados, conformaban micro-sociedades que no revelaban su existencia al resto de personas (a no ser que fuesen otros homosexuales), y formar parte de ellas resultaba complicado. Contrariamente, el segundo mecanismo genera espacios que se camuflan en, e imitan a, los normativos. Algunos lugares practicados por homosexuales hoy en día como los barrios gays de las grandes ciudades son un ejemplo bastante paradigmático. En ellos podemos encontrar restaurantes, tiendas de todo tipo, bares y discotecas, exactamente igual que en cualquier otra zona céntrica y de consumo, con la salvedad de que en ellos se ofrece una libertad mucho mayor para gays y lesbianas.
RÍOS CULLERA, Pablo, «Crisis, identidad y espacios queer», Universidad de Murcia, p. 8