Muchos autores han visto de hecho en el Cuarto Oscuro una especie de retorno a la orgía tradicional en la que, al mismo tiempo que se satisface una necesidad psicológica, se refuerzan los ritos y los sentimientos de pertenencia comunitaria. El Cuarto Oscuro comunaliza el sexo, que en otros tiempos había quedado como un asunto estrictamente privado y encerrado en la intimidad de la alcoba, generando un vínculo social y colectivo1. Producto de la Revolución Sexual de los 70, estigmatizado como uno de los responsables de la contaminación por el Sida durante los años 80, el famoso backroom nunca consiguió ser destronado de los locales, aun a pesar de los muchos debates que se produjeron en los 90 sobre la posibilidad de su cierre. Si su valoración varía de unos casos a otros y las preferencias o no por él están condicionadas por las propias visiones que tiene cada individuo del erotismo, del deseo y de los instrumentos con que satisfacerlos, la mayoría de los sujetos informantes brindaron una rotunda respuesta negativa a la pregunta de si deberían ser clausurados en nombre de la prevención y de la lucha contra el Sida. El backroom se relaciona así con el ámbito de la libertad y, desde luego, de la responsabilidad individual.
[1] Martel, F., Le rose et le noir, les homosexueles en France depuis 1968, Seuil, París, 1996.
GUASCH, Óscar, VÉLEZ-PELLIGRIN, Laurentino, Minorías sexuales y sociología de la diferencia: gays, lesbianas y transexuales ante el debate identitario. Montesinos, 2008, p. 226