5.9.15

Una ciudad invisible: los urinarios o t-rooms, Jesús Martínez Oliva

Otro de los espacios más comunes de ligue a principios de siglo es el de los urinarios y servicios públicos, en inglés llamados tearooms.1 T-rooms es la abreviatura de toilet-rooms, pero también tearooms hace referencia irónicamente al salón de té donde una serie de señoras respetables se reúnen para tomar el té sin ser molestadas por la presencia de hombres.
A medida que la red de metro de ciudades como Nueva York o Londres se extendía en los primeros años del siglo XX sus aseos también se convertían en importantes puntos de encuentro sexual. Los hombres que habían ligado en el metro podían retirarse allí para tener sexo, otros que regresaban de sus trabajos sabían que en determinados aseos podían encontrar sexo con facilidad. A pesar de que las brigadas antivicio de la policía desarrollaron barias tácticas para vigilar los encuentros en los aseos (entre otras la de camuflar algunos de sus agentes vestidos de paisano) y realizaban un gran número de detenciones, era uno de los sitios más frecuentados en las primeras décadas del siglo.
En los aseos públicos la arquitectura y la imposición de una estética higienista (la cuadrícula y la asepsia del alicatados) intentaban negar el cuerpo en favor de una realidad abstracta. Pero el cuerpo aparece cuando el sexo surge mediante una estudiada coreografía de miradas, gestos y complicidades en los que reina el silencio. El ritual consiste en una serie de transacciones y roles como si se tratara de un negocio donde la única mercancía es el propio cuerpo. Sus posiciones sociales y sus trabajos son aspectos que poco importan frente a sus edades y sus físicos.
Los encuentros en estos espacios parecían minimizar las implicaciones del contacto no se suele hablar, anonimato y sexo rápido— haciéndoles fácil aislar esta experiencia del resto de sus vidas e identidades, la propia asociación de los aseos con las más primarias funciones corporales reforzaban la visión del sexo como otra forma de desahogo físico pero de poca trascendencia para sus identidades. Esta falta de compromiso emocional también hizo los aseos atractivos para hombres heterosexuales, casados, etcétera, que estaban interesados en contactos rápidos, y para hombres gays pero que no podían arriesgarse a ser vistos entrando en espacios como bares o restaurantes abiertamente gays y poner en peligro su reputación pública.
El ligue en aseos también se propicia en sitios anónimos como las zonas de descanso en las autopistas mostrando que una de las características necesarias de estos sitios públicos es que han de ser espacios sin un carácter propio, sin un grupo social que lo haga suyo y lo dote de su marca, un 'no lugar' como diría Marc Augé. Las áreas de descanso actúan como un nudo dentro de una vasta red de continuas conexiones en el que confluyen gente de forma continuada de sitios muy diversos. En este caso es un espacio de escape para muchos hombres que se hayan demasiado ligados a un espacio determinado como poblaciones pequeñas y entornos muy cerrados.2
[1] HUMPHREY, Laud, «Tearoom Trade: Impersonal Sex in Public Places», en Art in America, Noviembre 1992, pág. 102-109
[2] HOLLISTER, John, «A highway Rest Area As a Socially Reproducible Site», en LEAP, L. William (ed.), Public Sex, Gay Space, Nueva York, Columbia University Press, 1999, p. 55-69 

MARTÍNEZ OLIVA, Jesús, «Usos y apropiaciones queer del espacio: de las zonas de cruising a los barrios gays comerciales», en The Gendered city: espacio urbano y construcción de género, edición preparada por Ana Navarrete y William James, Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2004, pp. 59-61