Según sugiere el sociólogo francés, la producción social del espacio está formada por tres aspectos interactivamente relacionados: "la práctica espacial" (es decir, el espacio material), la "representación del espacio" (se refiere al espacio como un lenguaje codificado) y el "espacio representacional" (vinculado a la experiencia cotidiana de vivir en el espacio). Sin embargo, es en relación con el cuerpo humano —sus capacidades, movimientos y relaciones— donde el espacio adquiere su pleno significado, ya que el cuerpo produce espacio, vive en un espacio, forma parte de ese espacio, se sitúa en él y lo percibe a su alrededor. La práctica espacial, tal como explica Henri Lefebvre, "se teatraliza, se dramatiza, gracias a las energías potenciales de diversos grupos que devuelven a su uso el espacio homogéneo. El espacio se erotiza, vuelve a la ambigüedad, al nacimiento común de necesidades y deseos, gracias a la música, gracias a los símbolos y valoraciones diferenciales que desbordan las localizaciones de necesidades y deseos en los espacios especializados, sean fisiológicos (el sexo) o sociales (los llamados lugares de placer)."1 De este modo, se reivindica un espacio en el que se potencian las diferencias históricas y culturales, especialmente aquellas que provienen del cuerpo y tienen un carácter sexual y placentero. Así, contra la homogeneización por el poder político y la alienación cultural que se produce en el espacio, pretendidamente abstracto, para Lefebvre es necesario reivindicar el derecho a la diferencia, a la pluralidad y a la multiplicidad de deseos.
[1] LEFEBVRE, Henri, La production de l'espace, Antrhopos, París, 2000, p. 450.
G. CORTÉS, José Miguel, Políticas del espacio. Arquitectura, género y control social, Isaac/Actar, Barcelona, 2006, pp. 7-8